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Mi propia versión

 

La vida ha ido hojéandose más que deshojándose. Aquel diario de hojas gastadas o el cuaderno atestado de recortes y fechas, vive en lo más recóndito de alguna caja empolvada, de éstas que más de una persona tenemos y que por razones de la sinrazón, una decide dejar ahí.

 

Leo desde que tengo memoria pero escribo sobre lo que leo hace no tantos años, aunque no tan pocos. Mis lecturas han sido, salvo en los años escolares, dirigidas más por la intuición y el placer, que regidas por los cánones o las novedades editoriales. Como la mayoría de los lectores, supongo, tengo mis propios clásicos, las lecturas por oficio, los placeres culposos y los deseos. Por supuesto, una que otra obsesión y, desde luego, algunas terquedades. 

 

Sin embargo, lo que más me apasiona de la escritura y la lectura es descubrir personajes. Encariñarme con ellos, odiarlos. Acompañarlos en su travesía, sea cual sea su destino y, una vez que nos conocemos, que nos encontramos, si me es posible charlar con aquella pluma que les dio vida, entonces sí, el delirio me posee y surge en mí el gozo y el deleite. Charlar con las y los autores en torno a sus creaciones es quizá lo que más disfruto de mi oficio pues charlar, contrario a lo que se cree, es quizá una de las tareas más difíciles del periodismo.

 

De eso se trata el mundo, mi mundo: de charlar, de pensar, de creer y comprender. De pensar para charlar y de charlar para pensar. para intercambiar. Para crear y recrear. Por ello, es que este sitio se llama entreversiones, porque creo que vivimos entre-versiones de nosotros mismos, de los otros, con los otros.

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